La memoria*

Esta es mi última entrega sobre el Atlas de la memoria. Y me embarco en el tema principal: la pervivencia del pasado en el futuro. 


Hay momentos en que pienso que «sostener» la memoria (feliz y dolorosa) es un esfuerzo titánico, de Atlante. Nos debatimos entre deshacernos del peso del pasado o conservar todo aquello que somos. Karto recordaba hace unos días Muchos hijos, un mono y un castillo. Creo que el tema principal de la película es la memoria. También el de otro documental, Mercados de futruro, de Mercedes Álvarez

 

Comenzar de nuevo, comenzar la Historia, establecer un año 0, dehacerse del pasado… El emperador Qin Shi Huang, que inició la construcción de la gran muralla, mando quemar la mayoría de los libros de historia anteriores a él. El recuerdo de Qin Shi Huang fue desenterrado hace pocas décadas, cuando se descubrió el mausoleo donde se hizo enterrar con 8000 guerreros y caballos de terracota.


Nada me aterra más que el olvido, no reconocer, perder la identidad. ¿recordáis cuando la enfermedad de la memoria llega a Macondo? Cuando los habitantes olvidan el nombre de la cosas deciden poner etiquetas, etiquetas escritas, al mundo. 

Cien años de soledad comienza con una alusión a la memoria y a la muerte, al recuerdo de lo maravilloso: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».


El recuerdo como inspiración. Mnemósine, la  diosa  de la memoria, pertenece a la primera generación de titanes y es la madre de las Musas.  Esta relación entre «inspiración» y «recuerdo» es muy interesante: la actividad creativa es un acto de memoria. El poeta invoca a las musas para encontrar las palabras apropiadas en su recuerdo: «Cuéntame, Musa, del ingenioso varón que en su largo peregrinar…»


Antídoto de la desmemoria. En el Fedro de Platón el dios egipcio Teut expone al rey Tamus las virtudes del invento de la escritura: «Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría» A lo que Tamus contesta: «…a tu invención le atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Sólo producirá el olvido, haciéndoles despreciar la memoria; confiados en este auxilio extraño abandonarán a formas materiales el cuidado de conservar los recuerdos»


Volver al corazón, aprender de corazon. La palabra recordar viene de la palabra latina «recordare», re (volver) cor, cordis (corazón). En inglés, aprender de memoria se dice «know by heart» y en francés «apprendre par coeur».


El legado del pasado. Hace pocos días vimos Lejos de ella (2007) una película de Sara Polley («Mi vida sin mi», «La vida secreta de la palabras») sobre el alzheimer, protagonizada por Julie Christie. En la película se leen varios pasajes de un extraño libro: Cartas desde Islandia


Estos días de confinamiento me ha dado por pensar en la herencia, la propiedad privada, las atractivas propuestas de Piketty («dar a todo el mundo 120.000 euros al cumplir los 25 años»), sobre el patrimonio inmaterial… Nacemos con un legado cultural y material inmenso. Un patrimonio de siglos de conocimiento, de palabras, de sueños, de construcción  y creaciones. Pero el acceso a ese legado viene marcado por el lugar y la familia en la que nacemos.


La penúltima parte de Cartas desde Islandia es un sarcástico y lúcido «testamento y últimas voluntades» de los autores del libro que escribieron con apenas 30 años: 


«Dejamos a Robert Graves la isla de Wight, ya que una isla italiana no es el mejor sitio para escribir (…) 

El Valle del Paraíso para los niños del East End y la colina de los Dulces Osos para los Poetas Laureados (…) Nuestros cuatro ojos, que no ven un pimiento, se los dejamos a los cazadores de caza mayor (…)

A Mary, que vive en un país remoto, le dejo todo lo que recuerde de ella misma y de mi antes de que tomara aquel barco, y el deseo de que esos recuerdos no sean trastos viejos y que el azar no los borre…»



*Las imágenes de ese post son de memoria: por ejemplo, tu primera imagen del mar o de la tormenta, de un río o un cielo incendiado. 

Comentarios

  1. Muy bonito tu elogio de la memoria, Fernando. Creo que alguien más coincidirá conmigo en que eres una persona con muy memoria muy bien cultivada y extraordinaria. Yo en cambio la tengo muy mala y tengo un pequeño cuento de niñez sobre este asunto. Cuando era niño tenía una memoria tan perfecta que nada se me olvidaba. Era repelente y corregía a los mayores por pequeños detalles que yo sabía que no eran así porque lo recordaba todo con absoluta precisión. Todavía niño, mi memoria se convirtió en algo asfixiante. No podía olvidar momentos en los que había hecho el ridículo o que había sucedido algo que me había puesto muy triste, y eso me hacía mucho daño. Es así que decidí perder la memoria, y ya de adolescente contaba con un buen nivel de feliz despreocupación que ya no me ha abandonado. Sanamente envidio tu fantástica memoria, pero siento que el olvido me ayudó a sobrevivir.

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