Paseos imaginarios, lecturas imaginarias
Hace unos años hojeé en la Fnac un libro de Umberto Eco (creo que era de Umberto Eco) que hablaba del error, el extravío, el despiste, la digresión. Defendía, eso ponía en la solapa, que pese a que el camino más corto entre dos puntos es la recta, el más interesante es el de Caperucita: perderse en el bosque ganada por la curiosidad. Por alguna razón, ese día no compré el libro, ni siquiera retuve el título.
Algunos días después, volví a por él. Solo recordaba el lugar de la estantería, pero el libro ya no estaba. Hoy ni siquiera estoy seguro de la autoría, ya que las sinopsis que he consultado no me han dado pistas, y tampoco recuerdo el diseño de la portada.
Algunos días después, volví a por él. Solo recordaba el lugar de la estantería, pero el libro ya no estaba. Hoy ni siquiera estoy seguro de la autoría, ya que las sinopsis que he consultado no me han dado pistas, y tampoco recuerdo el diseño de la portada.
Lo cierto es que es uno de los libros más bonitos que nunca, nunca he leído.
¿Te imaginas que aparezca aquí un lector anónimo y te diga qué libro es? Tal vez mejor que no ;-)
ResponderEliminarHay expectativas que son inalcanzables.
EliminarBonita historia, inquietante que lo ilustres con La Mondragon? Y con Enrique y Ana de espectadores, mirándonos desde ese circulito.
ResponderEliminarTe he comprado un anillo, un pastel y un yoyó. Quién da más.
EliminarQuiero tenerte cerca
ResponderEliminarAlberto, lo mejor es que te pongas a escribirl el libro tu mismo:
ResponderEliminar“Wuz -escribe Jean Paul- se estaba escribiendo toda una biblioteca de su propio puño y letra”. Wuz copiaba todos los libros que salían al mercado (o al menos esa era su intención), se apoderaba de ellos, dice Jean Paul. Ahora bien, su falsificación tenía por objeto amplificar el sentido “del original”. El desvío apropiacionista que hacía de las obras le llevaba habitualmente a confundir las copias con los “originales”: “había acabado creyendo como artículo de fe que sus libros copiados eran realmente los documentos canónicos, y los impresos, simples imitaciones de los copiados”. Se lamentaba de “no haber podido averiguar cómo y por qué los impresores falsificaban tan frecuentemente lo impreso, tergiversando de modo que en verdad era como si lo impreso y lo escrito hubieran tenido dos autores”. Y es que entre las labores de copia, que Jean Paul denomina correcciones, hallamos libros como Los bandidos de Schiller o la Crítica de la razón pura de Kant. Y así nos lo describe Jean Paul: “ahí le tenemos, escribiendo de todo, y si el mundo cultural queda perplejo de que él, a las cinco semanas de la reedición de los Sufrimientos de de Werther, tomara un viejo plumero y se lanzara a “escribir”
http://albertosantamaria.blogspot.com/2011/10/cosas-por-las-que-jean-paul-me-gusta.html
La línea recta era comprar el libro la primera vez. Dejándolo de nuevo en el estante elegiste el camino de Caperucita, y en él puedes escribir tú el libro, no copiándolo como Wuz sino realmente inventándolo, esperar al lector anónimo como apunta Karto, o cualquier otra cosa que te propongas.
ResponderEliminarNo era de Umberto Eco.
ResponderEliminarEl libro se llama "la dispersión de la duda" y es de Bob Srondiguer, si no recuerdo mal.